«Yo nací en Guapi y me crié en Guapi, en medio de esa selva húmeda tropical. En medio de esa gama humana y ese mestizaje único, con mucha música, mucha tradición mucha ancestralidad. Ahí frente al río, junto al mangle, en medio de cununos, marimbas y canastos». Así empieza mi conversación con Hugo Candelario González para Radio Mixticius, un marimbero, compositor, investigador, cultor de las músicas del Pacífico sur colombiano y director del Grupo Bahía, una institución musical que cumple 25 años de estar haciendo música.
Alumno del maestro Gualajo Torres, aprendió a tocar marimba desde pequeño, aunque como él mismo lo dice, fue sólo hasta sus años de juventud, estudiando en el conservatorio, cuando entendió el valor de la herencia musical que llevaba consigo. «Yo tocaba marimba desde pequeñito, a mi manera, en los arrullos. Yo prefería el arrullo a la fiesta de discoteca o de equipo de sonido en las casas, porque la música era en vivo y porque a veces tenía la oportunidad de tocar la marimba, claro, de una manera muy amateur», dijo para la misma entrevista citada arriba.
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El arrullo, es una palabra que tiene dos significados: en primer lugar se usa para hablar de la fiesta, el equivalente en Cuba a «vamos al bembé» o a la batucada en Brasil. En segunda medida también es un género musical que se toca, por ejemplo, en diciembre para arrullar al niño o o en las jugas de arrullo para para hacer lo propio con los santos. «La fiesta de arrullo es música para bailar, pero es también música católica entonces, cuando yo empecé a tocar marimba en Cali, las cantaoras empezaron a exigirme que tocara con más conciencia, porque digamos que en ese momento yo estaba tocando muy a mi manera, con mi sentir juvenil. Caí en cuenta que debía ir a Guapi y aprender bien».
Así lo hizo. Se fue a Guapi donde Gualajo, quien le dio clases de marimba para poder ir a Cali y acompañar las danzas bien tocadas. «En esa época descarté lo de estudiar medicina y entré al conservatorio y empecé a complementar esa herencia musical que yo traía de mi territorio con la academia. Hasta ahora es lo que ha funcionado», explica. Y es precisamente a eso a lo que suena su música y a lo que suena Bahía: al encuentro de esos dos mundos culturales, a la tradición del pacífico sur con el bagaje ancestral enorme y a la música occidental de conservatorio.»
Así, en 1998 el Grupo Bahía Orquesta lanza su primer álbum Con el corazón cerca de las raíces y debuta con su canción «Te vengo a cantar»: un aguabajo son o un currulao fusión. Es difícil catalogar esta canción que se ha convertido en himno del pacífico. Suena en todos y cada uno de los Petronios. Es coreada por la turba enardecida de amor porque además es un canto a la tierra, a la esperanza, y a la gente. Y es también una reflexión que, según el mismo Candelario, se hace la gente que vive en conexión con ese territorio, «Yo creo que en esencia es puro sentimiento, puro anhelo, pura añoranza. No se queda en una canción de despecho normal, no, se va… Históricamente el Pacífico, su gente, ha estado viviendo cosas muy fuertes, entonces está la esperanza y la alegría a pesar de todo. La fuerza del tambor y la marimba» dijo alguna vez en una entrevista para El País de Cali.
Luego vendrían otros cuatro discos con el grupo Bahía: Cantaré (2001), Pura chonta (2005), Pura chonta recargado (2008) y Mulataje (2010). También vendrían cientos de giras y miles de conciertos, algunos en grandes escenarios del mundo, otros en las calles de Guapi, de Timbiquí o de Cali. Fueron también ganadores en dos ocasiones del Festival Petronio Álvarez.
Este es un homenaje a Hugo Candelario y al Grupo Bahía, el cual representa toda la ancestralidad de la música del pacífico concebida para nuevas escuchas, para oídos fuera de Guapi o de Cali, para amantes de la buena música en cualquier rincón del planeta. Un sonido en comunión con el río, el mangle y el sonido de la selva. 25 años después, tiene más sentido que nunca cantar a todo pulmón: «aprendí que para uno encontrarse tiene que buscar en la raíz, en la familia, en el pueblo, en la tierra, allí donde un día tu fuiste feliz».
Por Silvie Ojeda
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